La imagen que encabeza este artículo es uno de los muchos ejemplos que existen sobre nuestra percepción del mundo que nos rodea. No obstante, no vamos a hablar de óptica ni de cómo interpreta el cerebro del ser humano las imágenes. Centrémonos en el mundo del videojuego y vayamos más allá de lo puramente visual. Vayamos a las sensaciones y hagámonos las siguientes preguntas…
Aquel juego que tantas horas de diversión nos dio hace años, ¿puede volver a hacerlo ahora?
¿Por qué unos reniegan de lo que disfrutaron en su momento mientras otros lo abrazamos?
¿Son los juegos antiguos en conjunto mejores que los actuales?
Si nos pusiéramos a filosofar sobre estas y otras cuestiones parecidas podríamos estar horas debatiendo, tal vez sin llegar a ninguna parte pues no todos nosotros somos iguales. No vemos el mundo ni lo recordamos de la misma forma. Los que no vivieron los años dorados del software español en los viejos ordenadores de 8 bits no pueden sentir lo mismo que sentimos los que sí lo hicimos pero, aun así, a buen seguro hemos conocido a alguien que opina que aquellos juegos son malos. No dice, ojo, que eran malos, no. Dice «son», es decir, los compara con los actuales. Una comparación odiosa si nos quedamos en lo superficial, pues el evidente abismo tecnológico existente entre ambos inclina la balanza hacia lo moderno. Sin embargo, en su esencia, no siempre ganarían estos últimos. ¿Es realmente así o es nuestra percepción, nuestro recuerdo y sensaciones que guardamos de ciertos juegos lo que nos hace pensar diferente?
Obviamente influyen muchos más factores pero no deja de resultar curioso que nosotros, los que todavía jugamos en mayor o menor medida a videojuegos antiguos, conservemos de algún modo ese alma de niño o adolescente que brilla con fuerza cuando nos ponemos delante de la pantalla y vemos los viejos sprites pixelados de vivos colores, carentes de detalle en algunos casos y de un movimiento torpe por lo habitual. Aquellos que, pos desgracia, se dejan llevar por la corriente de lo último, no creo que experimenten idénticas sensaciones. No tienen la misma percepción de las cosas.
Pero no todo está perdido, pues un sector cada vez mayor de gente muy joven se está acercando a los viejos juegos de antaño a través de los diferentes eventos retro que se organizan a lo largo y ancho de nuestro territorio. La curiosidad innata de los niños y niñas es más fuerte que los posibles prejuicios que la sociedad actual, en la que prima estar al día, haya podido grabar en sus pensamientos. Y no debemos de olvidar, como mensaje final para aquellos que piensan que lo retro es una pérdida de tiempo cuando se puede disfrutar de juegos «realistas», quiero decirles que fueron la base de lo que hoy disfrutan. Sin unos buenos cimientos no se puede levantar ninguna obra y, creedme, los cimientos que forman los juegos antiguos son mucho más fuertes y soportan mejor el paso del tiempo que la mayoría de los ladrillos actuales.
Completamente de acuerdo. Y añadiría que, con la situación tecnológica del momento, algunos juegos que se hicieron en aquella época son auténticas obras de arte e ingeniería sobre cómo hacer lo que se hizo con unos recursos tan limitados. Quizás tenga menos mérito hacer un juego con la tecnología de la que disfrutamos hoy en día aunque el resultado, comparativamente, sea infinitamente mejor.