Pido perdón de antemano si me extiendo, pero considero que este tema ha de ser tratado con raciocinio y, a la vez, con algo totalmente opuesto en apariencia como es la visión de niño que los que gustamos de lo retro conservamos en mayor o menor medida.
Una persona que se acerca a este mundo retro (ya sea videojuegos, coches, libros, películas, etc) lo hace por gustos personales, porque no se encuentra satisfecha con lo que el mundo actual le ofrece, por falta de medios o, por supuesto, por nostalgia. En mi caso, y lo digo abiertamente, porque la industria actual, su forma de enfocar los juegos y todo cuanto les rodea y su trato hacia el usuario me parecen, cuánto menos, algo vomitivo (por no usar adjetivos descalificativos más duros). Pero no puedo dejar de hacerme una pregunta…
Si hubiéramos tenido los medios para conocer, hace años, los entresijos del mundillo como ahora, y hubiéramos tenido la edad actual, ¿habría sido su impacto igual a lo que fue en su momento por el mero hecho de que fuéramos tan jóvenes y no supiéramos nada más allá de los juegos en sí? Unos dirán que sí, otros que no. Yo, personalmente, no lo tengo totalmente claro. Es cierto que la industria, antiguamente, distaba mucho de ser las macro corporaciones actuales que te sacan el dinero con productos a medio hacer e infinidad de contenidos, muchas veces inútiles. Pero esto no es algo tan nuevo como nos puede parecer. Veamos, en retrospectiva, algunos ejemplos…
Las sagas: mucho nos quejamos ahora, yo el primero, de la presencia de múltiples entregas, seguidas en el tiempo, de un mismo juego, cada una con sus particularidades propias. No hay que irse muy lejos, desde finales de los 80 a principios de los 90, para encontrar casos similares. ¿Qué fueron sino los Sonic o los Mario en aquellos años? Y no son los únicos casos de juegos que han contado con varias entregas, de distinta temática eso sí, pero la lista sería demasiado larga como para exponerla aquí en su totalidad. Además, seguro que alguno nos dejábamos…
La saturación de géneros: si ahora priman los juegos de guerra, y hace unos años vivimos la explosión FPS (first person shooter o juegos de disparo en primera persona), en aquellos tiempos lo que primaba era sin duda el plataformeo. Reconozcámoslo, la inmensa mayoría de juegos tocaban este género por ser flexible a la hora de adaptar diversos universos. Nuevamente, nos encontramos con un listado imposible de reproducir, y nadie parecía quejarse por jugar una y otra vez al mismo tipo de juego a pesar de que, salvando los detalles particulares de cada obra, el objetivo en todos era siempre el mismo, saltar y saltar a la vez que matabas enemigos hasta llegar al final.
El precio de juegos y aparatos: este es un punto complicado de juzgar por una razón muy sencilla. De jóvenes nos lo solían pagar y ahora somos nosotros los que tenemos que hacerlo y, claro, no es lo mismo. Pero no es algo que haya cambiado mucho desde principios de los 90, y más fundamentalmente desde los 32 bit, en los que un juego costaba de media unas 10.000 pesetas, que al cambio son unos 60 euros. Y lo mismo para las consolas y ordenadores. Lo malo es lo que dije antes y que, además, el nivel de vida de ahora no es el de entonces.
Los que vivimos de niños o adolescentes aquellos años los recordamos como de lo mejor que nos ha pasado en la vida. Sin embargo, miramos lo actual y sentimos repulsa por algo que, de puertas para afuera, tampoco ha cambiado demasiado si lo pensamos fríamente. Pero claro, ahora somos mayores y eso, queramos o no, influye. A veces pienso si no sería mejor dejarse llevar por la emoción o, como lo llaman ahora, HYPE, y disfrutar de los juegos sin mirar lo que hay más allá. El problema es que ya es demasiado tarde para hacer borrón y actuar como si no supiéramos nada de la cantidad de mierda y trapos sucios que se almacenan en las grandes empresas del sector. Por eso yo me he volcado en lo retro. Porque sé que lo disfruté, sé que me limité a jugar sin que nada más me importase (aunque ahora sí pueda sentir curiosidad por algunos aspectos de las empresas que había entonces), y que, cuando juego a un juego antiguo, ya sea en el emulador o en el sistema original, vuelvo a tener esa mirada infantil o adolescente que me llenó de ilusión en su día pero, cuando a veces converso sobre el tema, no puedo evitar pensar si todo no podría ser de otra forma.
Y dónde más lo noto es al escuchar o leer a otra gente. Muchos son de mi edad, o quedan cerca de esta. Han vivido lo que yo pero, no obstante, no parecen haber perdido ese halo de juventud, de ilusión, de pasión por lo que les gusta. Yo lo perdí hace tiempo, y me duele. Me duele porque es algo que forma parte de mí, algo que ha forjado parte de mi carácter, de mi forma de ver las cosas. No es un simple pasatiempo, es algo más, que te hace sentir cosas que no sentirías de otra manera. Y quiero volver a ser joven, a vivir las sensaciones que un día tuve. El paso del tiempo es inevitable y, poco a poco, nos haremos mayores, hasta que lleguemos a viejos para después… quién sabe. Pero eso es solo en la carcasa de huesos y carne que envuelve nuestra alma. Y esta no tiene porque envejecer. Podemos seguir siendo lo que un día fuimos y yo, con mi llegada al mundillo retro, quiero dar el primer paso para conseguirlo. Sinceramente, espero un buen día hacer borrón y disfrutar también de lo actual de la misma forma en la que lo hago con los juegos de antaño. Porque podemos tener cerebro de hombre, pero ello no implica que perdamos nuestra alma de niños…