No, no voy a hablaros de esta obra de arte, de la cual se podrían llenar páginas y páginas. Sin embargo es el ejemplo perfecto con el que ilustrar este nuevo post. No son pocos los casos en los que, de una forma consciente o inconsciente (suele ser lo primero), ese juego que nos apasiona, que tanto deseamos, salta de plataforma e incluso de generación. En ese momento se nos puede abrir un dilema que hará que valoremos nuestra afición de un modo diferente. ¿Merece la pena dar el paso y cambiar?