¿Cuánto tiempo llevan los videojuegos entre nosotros? Muchos años, sin duda. Y, al igual que el cine, la TV o la música, también este mundo ha sufrido múltiples cambios. Pero no solo en lo técnico, algo normal teniendo en cuenta los adelantos, sino también en la percepción de ellos que hemos tenido y tenemos los usuarios. Cambios que, en su momento, pasaron más o menos desapercibidos pero que hoy, a posteriori, resultan de lo más curioso en algunos casos. Hagamos un poco de retrospectiva y recordemos cómo veíamos nuestra afición, cerrando después con lo que nos depara el futuro…
8 Bits: Ordenadores y primeras consolas
Cierto es que ya habían sistemas anteriores a los que voy a mencionar, pero como hablaré desde mi experiencia personal (que también es la de muchos de vosotros), empezaremos con lo que teníamos en los años 80. Amstrad, Spectrum y Commodore eran nombres muy conocidos por los que tenían uno de estos tres grandes ordenadores. Cada uno con sus limitaciones, pero todos ofrecían una gran diversión no exenta de ciertos momentos de tensión cuando la cinta nos jugaba la mala pasada de sacarnos el mundialmente conocido «Read error».
Y en el terreno consolero, la NES de Nintendo y la Master System de Sega, dos sistemas de 8 bits que pujaban por ser el rey del salón o, al menos, de nuestra habitación. Luego tuvimos las portátiles, Game Boy y Game Gear respectivamente, pero no hablaremos de ellas. Tanto estas consolas como los ordenadores compartían algo que es de lo que realmente os quiero hablar. Esto no ha sido más que una introducción para poneros en situación, pues todos los sistemas tenían algo en común: no llegaban al nivel de las máquinas recreativas, sí, aquellas en las que nos dejábamos las monedas, una detrás de otra, día a día, semana a semana.
¿Nos importaba que el juego que disfrutábamos en casa se parecía poco o casi nada al original? Puede que en algunos casos sí, pero puedo asegurar que era todo lo contrario en la mayoría. Nos gustaba ver qué eran capaces de hacer los desarrolladores en las máquinas caseras. Sabíamos lo que había y éramos felices con lo que teníamos mientras soñábamos con poseer, algún día, juegos tan buenos como los de los salones.
El paso de las 2D a las 3D
La guerra de las consolas viene de antiguo, pero uno de los episodios más memorables tuvo lugar en los 90: Megadrive vs SuperNintendo, Sega vs Nintendo una vez más. Piques épicos que se fueron al carajo cuando Sony irrumpió con la Playstation al tiempo que Sega sacaba su contrapartida consolera, la Saturn. La guerra a dos bandas continuó hasta que Nintendo se unió a la batalla con un sistema mucho más potente pero, independientemente de si se era de un bando o de otro, hubo un elemento que cambió nuestra forma de ver los juegos, añadiendo un nuevo frente…
Los polígonos. Aquella forma tan diferente de crear objetos que dotaban a los juegos de una mayor libertad de movimiento, buscando realismo dentro de la ficción, trajeron consigo además la confrontación dialéctica por su número. Muchos seguro que recordaréis aquellas afirmaciones que decían algo así: «este juego es mejor porque mueve más polígonos». Buena parte de los usuarios no miraban tanto si el juego entretenía, si el control era bueno, si era corto o largo. Lo importante para ellos era el aspecto técnico, limitado al número de polígonos ya que el resto, es decir, texturizado, iluminación, etcétera, o no existían o no era algo que llegase a nosotros al igual que en la actualidad. Ahí fue donde, al menos en las consolas, comenzó la guerra tecnológica entre usuarios que todavía continúa a día de hoy.
Midiendo todo con lupa
Podríamos describir al siglo XXI como el siglo de la madurez de los videojuegos. Estos ya no se ven como entretenimiento de niños y/o frikis sin vida social sino que, poco a poco, se va llegando a nuevo público, gente que bien fuera por desconocimiento o por no querer verse apuntado indirectamente al grupo antes mencionado no había cogido un mando hasta entonces.
También el lado crítico de los usuarios ha cambiado y ahora se mira todo, sin excepción. El acceso a la información casi en tiempo real gracias a Internet ha traído también una retahila de rumores y cotilleos que han convertido lo que era un pasatiempo en todo un espectáculo de prensa rosa con salpicaduras de amarillismo puro y duro. La guerra entre defensores de diferentes consolas y de estos contra los peceros ha dejado las calles y ha llegado a los foros de debate y redes sociales donde, gracias al anonimato, se dicen sandeces y se insulta sin temor a que el receptor de los mensajes le parta la cara al emisor si se cabrea.
Los videojuegos siguen siendo lo más importante para las compañías, pero ya no es lo único. Las capacidades extra, que nacieron con la Saturn y la Playstation y la llegada de Internet a las consolas con Dreamcast, lo volvieron a cambiar todo. Y el último gran cambio es la revolución digital con plataformas como Steam, Origin, GOG, etc. La gente joven sigue más preocupada por jugar pero los que hemos vivido los cambios mencionados no podemos evitar sentir cierta decepción ante el panorama que se dibuja en el horizonte. Juegos llenos de fallos, contenidos extra a discrección y competición online marcan la actualidad mientras se mira de reojo a la realidad virtual.
Conclusión
Resulta paradójico que, hace 30 años, pagábamos con gusto 25 pesetas por partida, durara esta 5 minutos o media hora. Ahora, tres décadas después, la historia se puede repetir con la Nube y los juegos por streaming. Hace mucho que Internet es un elemento indispensable en el mundo de los videojuegos y con él accederemos a un nuevo tipo de salón recreativo, una sala llena de servidores que nunca pisaremos y en la que sus juegos, lejos de ser el clásico arcade que te ofrecía un reto breve que poder superar de una vez, seguirán siendo los mismos juegos de ahora, en los que tendrás que ir guardando tu progreso y tus logros hasta el día en el que decidan apagar el interruptor. Pero no importa si eres un clasicista o alguien que va con los tiempos que corren, porque sabemos que lo importante es seguir jugando y disfrutar de nuestra afición…