«¿Quién vigila a los vigilantes? (Who watches the Watchmen)» es la frase más mítica del cómic de culto «Wachtmen», de Alan Moore. Ahora yo la tomo prestada y la modifico para hablaros de los análisis de videojuegos, algo en lo que hace mucho tiempo que dejé de creer pero que, a día de hoy, son dogma y religión para millones de personas en todo el mundo.
¿Cuántos de nosotros no nos hemos dejado influenciar en alguna ocasión por lo que hemos leído en las revistas especializadas? ¿Cuántos hemos mirado esos números que nos decían, antes o después de leer el texto, lo bueno o malo que era un juego? O más bien, lo que nos decían los analistas que era malo o bueno, según su criterio.
Porque no olvidemos que, al igual que estos artículos, los análisis son meras opiniones subjetivas que, en el mejor de los casos, reflejan los gustos propios del autor. Y digo en el mejor porque es bien sabido que muchos desarrolladores y distribuidores pagan bastante dinero para que su producto sea bien tratado, una práctica a mi juicio carente de toda ética y moralidad.
Sin embargo estos análisis, como he dicho, son algo absolutamente fiable y necesario para muchos jugadores que temen gastar su dinero en un juego que podría después no estar a la altura de sus expectativas y, para solventar sus dudas, ¿quién mejor que un experto en el tema?
Pero, ¿nos hemos parado acaso a pensar cómo y de dónde han surgido esos «expertos en videojuegos»? ¿Existe una titulación específica, dentro del periodismo, que convierta a una persona en voz respetable por su conocimiento de este medio?
La respuesta es no, no la hay. Como tampoco existe un «manual del videojuego» que refleje en su interior cómo ha de ser cada elemento del mismo. ¿Quién dicta que, en un juego, los gráficos tienen que ser realistas o no? ¿Es necesario que todos los juegos tengan modo online? ¿Si tiene menos opciones que otros ya es mediocre y no merece la pena?
Podríamos hacernos estas y otras preguntas similares, y todas nos llevarían a un mismo sitio. Es evidente que, a una corta edad, es difícil que tengamos el criterio suficiente como para decidir por nosotros mismos. Difícil, pero no imposible, y si algunos de los que vivimos los años 80 lo pudimos hacer a menudo (con alguna que otra metedura de pata, hay que reconocerlo), tanto más se puede ahora, que la información está a un par de «clicks» de ratón.
Porque buena parte de la responsabilidad de que existan los análisis y quiénes los escriben es, obviamente, de los que los leen, en su mayoría gente joven, pero no son solo ellos los que se dejan asesorar. Yo he visto gente de mi edad hacerlo, tanto por revista como por otros usuarios y, siempre que se ha dado el caso, me he preguntado si es que la gente, pudiendo ver imágenes y vídeos y siendo esto último algo a lo que hace décadas apenas teníamos acceso, no tiene un criterio propio para saber si lo que está observando le gusta o no. Si encima tienen la oportunidad de probarlo, menos lo entiendo aún. Luego pasa lo que pasa, y la prueba de ello es lo fácil que es encontrar en las tiendas juegos de segunda mano que apenas tienen un par de meses o incluso menos. Y todo por dejarse guiar por terceros sin tener en cuenta las preferencias personales… a no ser que éstas sean precisamente dejar que les lleven de la mano, algo realmente peligroso en según que ámbitos.
Si queréis mi opinión, a la cual podréis hacer caso o ignorarla por completo, los usuarios de videojuegos deberíamos, al igual que en otras áreas del entretenimiento, guiarnos por nuestros propios gustos independientemente de lo que digan los demás. Una película, una canción, un programa de TV, un libro y, por supuesto, un videojuego son cosas que nadie puede disfrutar por nosotros. Son experiencias propias, que aunque puedan coincidir en parte con las de los que tenemos al lado, nunca serán exactamente iguales. No nos convirtamos en marionetas de los que nos quieren imponer determinados productos y seamos de verdad, con nuestros aciertos y errores, personas libres. Solo así disfrutaremos con lo que tenemos y viviremos más felices.